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martes, 25 de octubre de 2016

Las Mareas Estacionales

Las Mareas Estacionales
( H. norte)


Estos días podemos ver como en las tiendas y en centros comerciales se está promocionando todo lo que tiene que ver con la próxima fiesta de Halloween, el Sabbat más importante del año, el Samhain. 

En los países católicos, esta festividad es conocida con el nombre de Todos los Santos, si bien, como casi todas las festividades católicas, es una cristianización de una festividad pagana que se pierde en la noche de los tiempos.

Ayer tuve que salir a hacer algunas compras. Recuerdo que hace no mucho tiempo me molestaba ver como nada más acabar Halloween nos llenaban los escaparates con la Navidad. 

Pero ayer vi asombrada e indignada que faltando todavía una semana para Halloween, todos los escaparates de los centros comerciales se han llenado de árboles de Navidad, de adornos y de Santa Claus y no queda ni rastro de Samhain. 

En los supermercados ya están los turrones y demás dulces navideños y no se puede comprar nada relacionado con Halloween, cuando la fiesta ni siquiera ha llegado.

Las mareas, la subida y la bajada de las aguas del océano, siguen un patrón regular. Resultan una forma práctica de indicar el paso del tiempo. Al igual que las aguas del océano, las energías de la Madre Tierra suben y bajan y también siguen un patrón muy concreto.

Las hojas de los árboles no se han caído todavía pues es ahora cuando empiezan a amarillear. Los caminos de árboles comienzan a llenarse de esa belleza espectacular y sublime de rojos, ocres, marrones y amarillos. 

El velo oscuro de la Tierra recién ha comenzado a tornar la Rueda del Año. La luz cálida y ambarina del otoño está empezando a atisbarse a la caída de la tarde, llenando de una bruma espectral el bosque. Los ecos de los ancestros surgen ya no tan tímidos desde lo más profundo de la tierra. La naturaleza se torna más silenciosa.

En brujería existe un folklore asociado a las estaciones, y mejor que llamarlo estaciones, se denominan mareas estacionales. 

Flujos de energía que van y vienen, una y otra vez, cada año. En un eterno retorno de lo mismo y que a su vez nos permite crecer y avanzar pues en esa cadencia que la energía asciende, como espiral, hacia el Cosmos y desciende hacia el inframundo, en busca del conocimiento. Para subir hay que bajar.

El mundo establece así un ritmo, unas mareas cuyos límites siempre son imprecisos pero que siempre marcan un estado de las cosas. 

Así en otoño, sobre todo en los días que rodean a Samhain, vemos como la Naturaleza se desprende de todo lo que ya no sirve. 
De todo lo que nació en primavera y ahora le toca morir.



Por el rabillo del ojo veo una hoja caer. La vi nacer en Walpurgis, también llamado Beltane, y ahora la veo morir. Y mientras la hoja cae, tomo consciencia de qué es aquello que también quiero que se desprenda de mi. La Madre es sabia y para aprender, debemos observarla y respetar su cadencia.

En otoño respiro la oscuridad, viene para mostrarme la mía. 

En otoño tomo consciencia de esa oscuridad y enciendo el fuego de las velas que han de mostrármela para echarla de mí. 

Si no echo aquello que ya no me sirve para mi propio crecimiento, ¿acaso podrá crecer algo nuevo?

Cuando Samhain pasa, sigue el proceso. Las hojas siguen amarilleando y siguen cayendo pero aún quedan muchas en los árboles. 

No será hasta cercano Yule, que caigan definitivamente. En este tiempo, al desprenderme de tantas cosas, dejo espacio para lo nuevo, para lo que ha de crecer cuando nazca de nuevo la Luz del Solsticio, la luz de Yule. 

Después esa semilla quedará guardada en el seno de la Madre Tierra y comenzará a nacer en Imbolc, el 1 de febrero, cuando la nieve comienza a derretirse.



¿Por qué quieren que yo emocionalmente me sitúe en el Solsticio si apenas acabo de empezar el proceso de interiorización al que gentilmente me conduce el Otoño? 

¿Por qué se empeñan en que corramos tanto? ¿Con qué sentido? 

¿Hacia dónde? Pues bien. Hacia ninguna parte y sí, sí lo hacen con un sentido. 

El capitalismo tiene como fin desincronizarnos del tiempo natural para convertirnos en autómatas, en seres sin rumbo. 

Es un ouróboros que se devora a si mismo hasta que ya no queda nada que devorar. No lo permitamos. Hagamos una revolución silenciosa que comience con nosotros mismos. Sin ruido. No les alertemos o prohibirán la brujería como ya lo han hecho tantas veces. 

Salgamos a la calle y respiremos la humedad de la tierra, la podredumbre de las hojas caídas y el olor de boniatos y castañas. 

Busquemos el resplandor ambarino entre las hojas de los árboles y el musgo fosforescente que nace de la humedad de la lluvia. Ahí está nuestro mundo, no en el suyo.

Marta Ruescas
Brujería del Cerco ® ©

El ambiente trae ya nostalgias de los difuntos.
Detende donde haya aire y los sentirás.
Catz Moon

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